Propósito de Vida
- Francelis Rojas
- 25 mar 2018
- 4 Min. de lectura

Cuando cursaba los últimos años del bachillerato en el colegio recuerdo claramente que te empezaban a abordar con el tema del propósito de vida, qué es lo que querías llegar a ser o qué querías estudiar en la universidad, cuál profesión universitaria ibas a tomar.
Cuando entré en la edad adulta me reí de eso, en el buen sentido, ya que pensé, qué carrizo va a decidir uno lo quiere ser cuando tienes solo 15 o 16 años de edad? A esa edad no tienes visión de dónde te verás en 15 años, no tienes visión de qué harás el resto de tu vida hasta que te mueras, a esa edad solo piensas en salir bien en los exámenes finales y aprobar el proyecto del último año para por fin graduarte y vivir la sensación más gratificante al recibir tu medalla y título de Bachiller. En lo único que piensas es hacerte grande y entrar al mundo universitario – El mejor tiempo si me dan a escoger hasta ahora- no es del todo cierto que a esa edad no sabemos lo que queremos hacer con nuestras vidas, digo no del todo cierto porque sí hay jóvenes que sienten una vocación por algo o hacia algo, y tienen la dicha de escoger muy bien su profesión y se dedican a ella por el resto de su vida, la llegan a amar y la convierten en su pasión.
Para entrar en el tema del propósito expondré un poco en este escrito mi experiencia de vida, la cual estoy considerando llegar a hacer un libro de ella (Risas). He sido siempre un ser que se adapta a todo tipo de personas, circunstancias o ambientes, por esta razón he llegado a considerar, después de adulta, que no he vivido mi vida como realmente quiero vivirla. No digo que lo que he vivido ha sido malo, al contrario, ha sido extraordinariamente bueno, ya que eso ha permitido darme cuenta de quién soy realmente. Me iba moviendo algo dentro de mí que hacía que quisiera buscar hacer lo que realmente quería hacer. Es como decir que si todo es color de rosa no le verás la emoción y lo vibrante a la vida.
En vista de esa facilidad de adaptación vivía siempre según lo que esas personas, circunstancias o ambientes transmitían, como decir –como vamos yendo vamos viendo- hasta que llegó el momento en que sin darme cuenta empecé a tomar mis propias decisiones, sin importar si los demás estaban de acuerdo o no. Sin importar si le agradaba a otros o no. Sin importar un carrizo la bendita manía del qué dirán de mí. Fue justo en ese momento cuando empecé a conocerme mejor, a reflexionar y a analizar cada una de mis acciones pasadas y empezar a aprender a escucharme, escuchar a esa Francelis que estaba apagada por un largo tiempo. Me hace recordar a que estando niña era de las que reían todo el tiempo, era extrovertida, llamaba la atención de todos a donde quiera que llegaba, no por presumida era solo una niña, sino por lo feliz que era, cuando eres feliz eso se siente, se transmite y traspasa todo tu ser.
Me dió una sed por hacer lo que me gustaba hacer, darme gusto, consentirme y darme el valor que todos nos debemos dar a nosotros mismos. Accionaba según lo que creía, según lo que sentía y según lo que decidía, empecé a auto responsabilizarme y me di rienda suelta. Reconocí mis talentos, a creérmelos, a sentirlos míos y comencé a practicarlos. Reconozco la escritura como una de mis pasiones, pues la primera es el baile, y comienzo a trabajarla. Llegan las ideas, las ganas de enriquecer más mi liderazgo, pues otra de mis habilidades es liderar grupos, desde pequeña lo hacía, y hago un paréntesis con esto puesto que me llega un recuerdo de cuando era pequeña -los hijos de los amigos del trabajo de mi mamá eran como mis alumnos en una escuela, me gustaba jugar con ellos, organizar los juegos y siempre andar en grupo, me sentía feliz al ver que me buscaban para preguntarme a qué jugar o qué hacíamos para pasar el rato-. Por lo que en ese momento también reconocí el liderazgo como habilidad. Me hizo ir por más. Empecé a asistir a cursos, talleres y a darle mejor uso al internet, a las famosas redes sociales, toda cuenta en Instagram relacionada con el emprendimiento la hacía mía.
Fue así como nació y entendí que tenía un propósito de vida, el cual encierra varios sinónimos: ayudar, impulsar, inspirar y motivar a las personas para que cumplan sus sueños, a que se conozcan a sí mismas, a que reconozcan en lo que son realmente buenas y así logren cambiar sus vidas y aportar al mundo lo mejor de ellas.
Mi comunidad, mi entorno, mi familia, mis amigos, mi país, la sociedad, EL MUNDO puede llegar a ser mejor, pero si lo que le damos no aporta valor, seguirá siendo como es, lleno de avaricia, maldad y egoísmo.
Nada como el bien común, nada como sentirte bien contigo mismo y poder aportar todo eso a alguien más, nada como buscar estar excelentemente bien pero mucho mejor aún, hacer que los demás también lo estén.
Este maravilloso propósito no lo pude tener a los 16, puesto que para descubrirlo tenía que descubrirme primero a mí misma.
Pdta: Los propósitos de vida pueden llegar a cambiar, al fin y al cabo el proceso de descubrimiento interno conlleva constantes cambios.
Registro de obra: 1806077331110
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