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Patinaje Artístico

  • Francelis Rojas
  • 22 abr 2018
  • 2 Min. de lectura

Esta no es una Mandala, pero representa en gran medida parte de lo que soy, el baile, mi otra pasión. Desde pequeña la música me llena de alegría y emoción, por eso cada vez que asistía a una fiesta lo que más disfrutaba no eran los dulces ni las piñatas, era la música, bailaba a como diera lugar, sola en el medio de la pista y nada más.


Siempre me gustó patinar, cuando una Navidad el niño Jesús –porque creía en él aunque en representación de mis padres- me obsequió mi primer par de patines cuatro ruedas, no podía estar más contenta. Tenía alrededor de los 8 o 9 años de edad y el desafío para mantenerme en esos patines y hacer movimientos de baile con ellos había comenzado.


No llegue a tener patines en línea (ya estaba como que muy grande cuando empezaron a ponerse de moda) pero si tuve la experiencia de usarlos en una pista de hielo, lo cual fue muy pero muy emocionante, recuerdo que la primera pista era una que pusieron temporalmente en mi ciudad, y unas primas (las que prácticamente me cuidaron desde pequeñas) me llevaron una tarde. Usaba falda, recuerdo, y muchos decían que lo hacía muy bien para llevar puesto eso. Pues por supuesto que lo hacía bien, me sentía como dicen como pez en el agua, patinar en esa pista con un fondo musical era para mí, BAILAR.


Recuerdo los momentos aburridos en casa pasando y cambiando canales para ver algo interesante, y justo cuando en los canales de deportes estaban transmitiendo campeonatos o programas de patinaje sobre hielo me estacionaba allí y simplemente lo disfrutaba hasta que terminara, actuaba de juez en mi propio mueble debatiendo las estupendas coreografías de los bailarines.


Luego ya grande visite la pista de hielo en El Ávila en la ciudad de Caracas, no sé si aún existe, pero fue exactamente cuando tenía alrededor de los 18 años de edad, ya allí no lo disfrute tanto como cuando niña, ya allí había dejado apagar esa niña alegre y extrovertida que vivía la vida, ya allí empezaba solo a existir y realmente vivir muy poco, algo que no debemos dejar que suceda, pues esa actitud es la que nos impulsa a ser personas que viven y que le dan un sentido trascendental a sus vidas.


Registro de obra: 1806087340676

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